En los pasillos de La Promesa se respira un aire denso, casi irrespirable. El rumor corre como pólvora: Rómulo, el mayordomo más leal de la casa, se marcha. Pero lo que parecía una decisión discreta pronto se convierte en un terremoto emocional que sacudirá los cimientos del palacio… y revelará secretos que podrían destruir reputaciones y vínculos para siempre.
Todo comienza con una conversación entre Alonso y Rómulo, en el despacho del marqués. Alonso, aún atónito por la decisión repentina del mayordomo, exige respuestas. ¿Por qué ahora? ¿Por qué así? Y es entonces cuando Rómulo, con la voz quebrada pero la mirada firme, revela lo impensable: “Señor Marqués, no me voy por voluntad propia. Me voy porque he sido presionado. Amenazado… por Leocadia.”
Alonso queda helado. Leocadia. La mujer que desde la caída de Cruz ha extendido sus hilos como una araña sobre La Promesa. Rómulo lo cuenta todo: las amenazas, las insinuaciones, la coacción constante para que desaparezca y no revele lo que sabe. Porque él conoce su pasado. Porque ha sido testigo de cosas que nadie más ha visto. Porque si se queda, puede destruir la fachada de la mujer que se ha infiltrado hasta en la sangre del palacio.
La conversación es tensa, grave. Rómulo no lo dice todo de una vez. Va desplegando las verdades como cuchillos: “Leocadia no es solo una mujer herida que busca un nuevo comienzo, como nos hizo creer. Es una maquinadora. Alguien que ha cometido crímenes en otras casas, en otras ciudades. Y ahora quiere silenciarme.”
Alonso, en shock, promete que no permitirá que una huésped cualquiera dicte las reglas de su casa. Exige pruebas. Y Rómulo asiente. “Se las daré. Pero debe saber que ella ya se siente acorralada. Y eso la hace más peligrosa que nunca.”
Mientras tanto, en la biblioteca, Leocadia saborea una copa de vino sin sospechar que la marea está a punto de volverse contra ella. Pero la puerta se abre con fuerza. Alonso entra, furioso, y la encara directamente: “Sé lo que hiciste. Sé que amenazaste a Rómulo. Y sé por qué lo hiciste: porque él conoce tu verdad.” Leocadia intenta mantener la compostura, pero su sonrisa tiembla. El marqués ya no está dispuesto a soportar más juegos. “Desde que llegaste aquí no has hecho más que manipular, mentir y envenenar este hogar.”
Ella, por primera vez, no responde con seguridad. Solo alcanza a decir con voz baja: “Hice lo que debía hacer.” Y Alonso no deja pasar el momento. “Entonces lo admites.” Ella lo mira con frialdad: “Admito que no todos tienen el estómago para sobrevivir en este mundo.”
La conversación termina con una sentencia clara: “A partir de hoy, tu permanencia en esta casa queda bajo revisión. Y si confirmo cada una de estas acusaciones, serás expulsada con la misma frialdad con la que entraste.”
Leocadia no replica. Solo aprieta los puños, consciente de que ha perdido la primera batalla… pero no la guerra.
Mientras tanto, una testigo inesperada ha escuchado parte de la conversación: María Fernández. La joven criada, que pasaba con una bandeja de té, oye a Leocadia murmurar con rabia: “Maldito Rómulo… está cavando su propia tumba.” Asustada, María corre hasta la capilla improvisada, donde Samuel limpia candelabros. Le cuenta todo. Él, ahora alejado del sacerdocio pero aún firme en sus principios, comprende la gravedad de lo que está ocurriendo. “Tal vez, por fin, las máscaras estén cayendo.”
Los criados murmuran, los pasillos vibran. Simona y Candela comentan el escándalo entre susurros. Manuel confronta a Rómulo, dolido por la traición, y descubre la profundidad de la herida. “¿Estás huyendo de alguien?” Y Rómulo, casi sin poder mirarlo a los ojos, le dice: “A veces, irse es la única forma de evitar que las cosas empeoren.”
Pero ahora que la verdad ha comenzado a brotar, ya no hay marcha atrás.
Y el golpe final lo da Alonso. Llama a una reunión en el salón principal. Frente a todos los criados y la familia, hace un anuncio que paraliza la casa:
“Hoy se ha roto un pacto de silencio. Hoy, alguien ha intentado destruir la integridad de quienes han dado su vida por esta casa. Pero les aseguro que no permitiré que el veneno de la manipulación siga contaminando La Promesa. No más.”
Todos giran la cabeza hacia Leocadia, que intenta mantener su porte, pero la tensión se puede cortar con un cuchillo.
¿Se avecina una expulsión definitiva? ¿Podrá Rómulo quedarse y desmantelar el plan de Leocadia? ¿Será esta revelación el inicio de una purga que limpie para siempre los pasillos del palacio?
✨ Una traición descubierta. Un mayordomo que se convierte en héroe. Una mujer que ya no puede esconder su pasado…
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📺 ¡Y no te pierdas el próximo capítulo, porque la guerra dentro de La Promesa apenas comienza… y esta vez nadie saldrá ileso!