Todo comienza en el despacho de Catalina, convertido ahora en campo de batalla. La tensión se corta con un suspiro. Martina, desbordada de furia, acusa a su prima de haberla traicionado al firmar un contrato millonario con una empresa aceitera sin consultarla. “¡Me has convertido en una espectadora en mi propia casa!”, grita. Catalina, firme pero rota por dentro, guarda silencio. El contrato era mucho más que un negocio: era una red de protección para La Promesa contra una inminente amenaza encarnada por Leocadia y Lorenzo.

Pero esa verdad, demasiado compleja y peligrosa para revelarla, debe mantenerse oculta, incluso si eso significa perder a Martina. Catalina carga con el peso del sacrificio sin defenderse, aceptando parecer la traidora con tal de proteger a los suyos.

Martina, cegada por el dolor, abandona el despacho, no con ira, sino con una frialdad demoledora. Y Catalina… se derrumba. Sola. Llora en silencio por una traición que nunca quiso cometer.

Sin embargo, la inteligencia de Martina, alimentada por el amor, no tarda en activarse. Decide investigar el contrato por su cuenta. Y lo que descubre la deja sin aliento: cláusulas de protección financiera, estrategias antifusión, derechos de preferencia en caso de venta. Era un escudo. Catalina no la había traicionado. La había protegido.

Al mismo tiempo, los otros hilos de La Promesa arden con intensidad. En el hangar, Toño y Enora sellan una alianza explosiva con un beso apasionado tras descubrir una innovación mecánica que podría revolucionar el proyecto de Manuel. Enora, revelada como una genia de la ingeniería, deja atrás su rol de observadora para convertirse en protagonista. Su vínculo con Toño, nacido entre herramientas y sueños de volar, se transforma en una historia de amor vibrante y peligrosa.

Mientras tanto, en la biblioteca, Ángela es presionada por Leocadia y Lorenzo para que se humille ante el Marqués de Andújar. Pero ella, lejos de ceder, trama un plan audaz: se presentará ante el marqués, sí, pero con un discurso tan calculado como letal. Frente al aristócrata, finge una disculpa mientras siembra la duda: ¿quién realmente controla el destino de la empresa de Manuel? ¿Manuel… o Leocadia?

Y en otra parte, Lope sigue infiltrado en la casa del Duque de Carril, buscando pruebas que demuestren el vínculo del duque con el tráfico de armas. El disfraz de “Juan” se tambalea. Federico, el joven heredero, comienza a sospechar. Y el propio Duque, con ojos de halcón, huele el peligro. Lope siente el nudo del ahorcado apretarse cada vez más. Sabe que si no actúa rápido, no solo caerá él, sino también la familia que lo cobija y Federico, el muchacho que ha comenzado a confiar en él.

Finalmente, Manuel se derrumba. Confiesa a Alonso que ha perdido el control accionario de su empresa: Leocadia, en las sombras, ha acumulado suficientes participaciones como para apoderarse legalmente del proyecto aeronáutico. Alonso, endurecido por la guerra y los años, jura contraatacar. No en los juzgados. En el terreno donde él sabe moverse: influencia, reputación y estrategia.

Padre e hijo se unen. Ya no para salvar un negocio, sino para rescatar un sueño. La Promesa.

La jornada culmina con Martina buscando a Catalina. Con el contrato en la mano, con lágrimas en los ojos, comprende al fin la magnitud del sacrificio que su prima hizo. Catalina no quería poder. Quería protegerlas. A todas. Y estuvo dispuesta a perderlo todo por ello, incluso su amor fraternal.

La Promesa arde de intrigas, pero también de revelaciones. Porque cuando el amor, la lealtad y la verdad salen a la luz, ni el veneno de Leocadia ni la ambición de Lorenzo podrán apagar la llama que une a los Luján.

Y esto… recién comienza.

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