Spoiler: “Entre intrigas y susurros, La Promesa se convierte en un nido de víboras”

En La Promesa, los secretos hierven bajo la superficie como veneno oculto. Un simple murmullo puede destruir reputaciones, desatar tragedias o cambiar para siempre el destino de una familia. En esta ocasión, la intriga se intensifica cuando Cruz, visiblemente alterada, recibe a Lorenzo en el gran salón. Con voz temblorosa, le confiesa que una amiga cercana le ha contado que en la alta sociedad circulan rumores alarmantes sobre su matrimonio con Alonso. Se dice que Alonso ha cometido una infidelidad y que su relación está al borde del colapso.

Lorenzo intenta calmarla y sugiere que tal vez la fuente del rumor haya sido algún miembro de la servidumbre, conocidos por sus chismes constantes. Pero Cruz no está convencida. Afirma que nadie del personal parecía saber nada al respecto. Desesperada por descubrir la verdad, amenaza con llamar a su amiga para un enfrentamiento directo, pero Lorenzo la disuade con astucia: promete hacer algunas llamadas discretas para averiguar si los rumores son reales o si su amiga simplemente ha exagerado o mentido. Cruz, aunque aún angustiada, acepta su propuesta.

Mientras tanto, en el patio, Marcelo mantiene una conversación aparentemente inocente con Teresa y María Fernández. Sin embargo, su insistencia en preguntar sobre Salvador no pasa desapercibida. Interroga a María sobre cómo comenzó su relación, si Salvador era amigo de Lope, desde cuándo se conocen y si solían frecuentar la taberna de Luján. María, sincera, responde que Salvador conocía a Lope antes de llegar a La Promesa y que su relación se desarrolló de forma lenta y natural. Además, justifica que apenas han visitado la taberna porque Salvador no la considera un lugar apropiado.

Luego, cuando María y Vera se alejan para volver al trabajo, Teresa se queda a solas con Marcelo. Molesta por la curiosidad de Marcelo, le pregunta si acaso está interesado en María. Marcelo lo niega tajantemente y explica que solo intentaba obtener información porque ha oído que Salvador fue visto en actitudes demasiado cercanas con otra mujer. Lo que no sabe Marcelo es que María ha regresado y ha escuchado toda la conversación a escondidas. Ahora, atormentada por la duda, se pregunta si Salvador la está engañando y decide descubrir la verdad por sí misma.

En paralelo, Manuel se encuentra perturbado en su estudio. La frase que le dijo el sargento de la Guardia Civil durante un encuentro anterior —“Todo el mundo tiene un precio”— resuena en su mente como una advertencia oscura. Su reflexión es interrumpida por Santos, quien le avisa que el sargento ha regresado para hablar con él. Manuel no pierde el tiempo. Frente a él, abre una maleta llena de billetes y la coloca sobre la mesa. Con la mirada desesperada, le confiesa al sargento que está dispuesto a pagar lo que sea necesario para liberar a Romulo, quien, según Manuel, se entregó por lealtad y no por haber cometido un crimen.

El sargento se ofende ante lo que considera un intento de soborno y amenaza con abandonar la reunión, pero Manuel lo detiene con una revelación aún más impactante: el dinero no viene de los marqueses, sino de sus ahorros personales, el premio de la carrera aérea e incluso la venta de su amado avión. Implora al sargento que piense bien su decisión, porque sabe que Romulo no sobrevivirá lo suficiente para enfrentar la ejecución. El sargento lo observa con una expresión seria e impenetrable, y le pregunta si está seguro de querer seguir adelante. Manuel, sin dudar, asiente con firmeza.

Al mismo tiempo, María, enfurecida y consumida por la sospecha, vuelve al patio y enfrenta a Teresa. Exige saber si es cierto que Salvador la está engañando. Teresa intenta tranquilizarla y dice que si Salvador tuviera algo que confesar, lo haría directamente. Además, no hay pruebas sólidas de que el hombre visto en actitud comprometida fuera realmente Salvador. Pero María, cegada por el dolor, insiste en investigar por su cuenta.

Por otro lado, en la habitación de Cruz, Petra le comunica que ha escuchado un dato inquietante. Al parecer, Romulo le habría dicho a Simona que la madre de Santos murió de apendicitis, mientras que Santos siempre creyó que fue por tuberculosis. Además, Romulo mencionó a Ricardo que era momento de contarle la verdad a Santos. Este último incluso volvió a su pueblo natal para buscar respuestas, pero no encontró ni la tumba de su madre. Cruz, agradecida por el apoyo de Santos en el pasado, decide averiguar más, aunque le pide a Petra que no presione a Ricardo y lo haga pensar que el tema ha sido olvidado.

En la habitación de Catalina, Martina y Jana la cuidan mientras se recupera de su caída. Catalina asegura sentirse mucho mejor y desea salir a dar un paseo hacia las caballerizas. Martina, preocupada, le recuerda que debe guardar reposo absoluto, pero Catalina se muestra decidida.

Más tarde, en la habitación de María, ella le confiesa a Jana que siente que Salvador podría estar refugiándose en otra mujer. Jana intenta calmarla y le recuerda que podrían estar equivocadas. María, sin embargo, no puede vivir con la duda y afirma que investigará en silencio.

La conversación cambia de rumbo y Jana le pregunta si de verdad la ve como la futura marquesa de Luján. María sonríe y le dice que sería mejor que muchas otras. Jana, sin embargo, responde con realismo: no desea esa vida. Solo quiere vivir en paz con Manuel, lejos de intrigas, algo que cada vez parece más imposible.

A la mañana siguiente, Simona entra en el comedor con una carta en la mano. Es de Virtudes, y sus palabras son un rayo de sol entre tanta oscuridad. Con emoción, Simona la lee en voz alta: Virtudes cuenta que ha encontrado trabajo como costurera y que su hijo Adolfito está feliz en su nuevo hogar. Promete ahorrar para visitarla pronto. Al terminar la lectura, Simona se emociona y confiesa que, por primera vez en mucho tiempo, ha recibido una carta verdadera. Vera, curiosa, le pregunta por qué antes inventaba cartas. Simona le revela su doloroso pasado: tuvo que dejar a sus hijos con una prima y, para sobrevivir al dolor, pedía a Don Carlos que escribiera cartas falsas para sentirse cerca de ellos.

Así, entre verdades ocultas, confesiones dolorosas y promesas de redención, La Promesa sigue demostrando que cada susurro puede ser la chispa de un incendio. ¿Hasta cuándo resistirá el palacio antes de que las mentiras lo reduzcan a cenizas?