¡IMPACTANTE! UNA SOMBRA HELADA Y UNA FURIA INCONTROLABLE SACUDEN LA PROMESA

Una densa oscuridad, cargada de horror y tensión, ha descendido sobre La Promesa, envolviendo sus pasillos en una atmósfera asfixiante. Pero no es solo el miedo lo que se respira en el aire, sino una cólera ardiente que amenaza con destruir todo a su paso. Lo que parecía una simple disputa de palabras se ha transformado en el comienzo de un conflicto devastador. Las consecuencias de una decisión impulsiva están a punto de arrastrar a toda la familia Luján a un abismo del que podría no haber retorno.

Todo estalla en el majestuoso salón del marqués, donde el silencio denso es quebrado únicamente por la respiración agitada de Alonso. Sus ojos, antes símbolo de seguridad y control, reflejan ahora una mezcla de horror y rabia desatada. Acaba de oír una confesión demoledora de boca de Cruz: ha declarado una guerra abierta contra los duques del Infantado. Un acto de locura, de puro delirio, según Alonso.

“¿Qué has hecho, Cruz?”, le pregunta con voz temblorosa, que rápidamente escala a un rugido desesperado. No es una simple riña entre aristócratas, no se trata de malentendidos triviales. Los duques son una fuerza poderosa con influencia extendida en la política, la sociedad y la economía. Enfrentarse a ellos es desatar una tormenta que amenaza con barrer la finca, el nombre de la familia y todo el legado de La Promesa en una marea de escándalo y destrucción.

Mientras Alonso suplica por la cordura, por la contención, Cruz permanece imperturbable. Su postura es firme, casi rígida. Su mirada helada transmite una voluntad inquebrantable. “¿No lo entiendes, Alonso?”, dice con una voz baja pero afilada como un cuchillo. Las habladurías, las miradas, las insinuaciones: todo es una mancha sobre el apellido Luján que ella no está dispuesta a permitir. No permitirá que el miedo a dos nobles engreídos borre el honor de su familia.

Pero para Alonso, la venganza no justifica arriesgarlo todo. Intenta hacerle ver que se trata de chismes pasajeros, que con el tiempo habrían desaparecido. Lo que Cruz está haciendo es poner en juego el futuro de todos por una reacción impulsiva. Lo más alarmante es que, aunque los duques no han mostrado señales de querer enfrentar a los Luján, hay alguien que ha sembrado la semilla de esta guerra silenciosa: Lorenzo.

Lorenzo, con su reputación de intrigante, había insinuado que detrás de los rumores estaban los duques. Y ahora Alonso no puede evitar pensar que todo esto ha sido calculado, que Cruz está siendo manipulada como una simple ficha en un plan más amplio y siniestro. Un plan destinado a quebrar la estabilidad de la familia desde dentro.

Cruz, sin embargo, no escucha. No quiere escuchar. Está cegada por el orgullo herido, por la necesidad de lavar el nombre de los Luján, incluso si eso significa incendiarlo todo. Y Alonso, presa de la angustia, empieza a comprender que el conflicto con los duques no será más que el primer paso hacia una catástrofe mucho mayor. Una tormenta perfecta se cierne sobre La Promesa, y nadie parece capaz de detenerla.

Mientras tanto, Catalina vive su propio drama personal. Tras innumerables dudas, evasivas y silencios que la han dejado emocionalmente al límite, finalmente obtiene de Pelayo una promesa: la de apoyarla incondicionalmente. Esta vez sus palabras parecen sinceras, cargadas de sentimiento. Pero Catalina ya no cree fácilmente. Ha escuchado demasiadas promesas rotas y necesita acciones reales. La creciente evidencia de su embarazo la obliga a exigir una fecha concreta para su boda, una señal clara de compromiso. Pelayo parece dispuesto… pero aún teme asumir una responsabilidad tan grande.

Solo cuando ve que Catalina está al borde del colapso emocional, decide actuar. ¿Será suficiente para reconstruir la confianza rota? ¿Lograrán superar todos los obstáculos y formar la familia que ambos desean?

Pero no es lo único que sacude a la finca. Ana, una joven excriada, ha sido llevada al ala noble de la casa con una pomposa bienvenida, pero lo que se oculta detrás de esa fachada de hospitalidad es una trampa. Cruz, con su habitual astucia, ha tendido una red invisible alrededor de la joven. Ana está encerrada en una lujosa habitación, que en lugar de un hogar parece una prisión disfrazada.

Este ascenso repentino de Ana cambia por completo el equilibrio en el grupo de criados. Algunos se sienten genuinamente felices por ella, reconociendo el esfuerzo y los sacrificios que ha hecho. Pero otros, como Candela, Simona y Teresa, sienten que han perdido a una hermana. Petra, en su habitual tono mordaz, lo resume diciendo que Ana ahora pertenece a “otra clase”.

Como si la tensión no fuese suficiente, el padre Samuel aprovecha la ocasión para sembrar cizaña. Comienza a decir que Ana ya no es como ellos, que las diferencias sociales son irreconciliables. Sus palabras son veneno puro y siembran dudas y resentimiento entre los sirvientes.

Y justo cuando todo parece al borde del colapso, ocurre un nuevo escándalo: desaparece una cruz de gran valor del interior de la casa. El rumor de un robo se esparce con rapidez. La desconfianza se adueña de todos. Nadie está a salvo de las sospechas. Sin embargo, una sola persona conoce al culpable: María Fernández. Lo ha visto con sus propios ojos: el ladrón es el mismísimo padre Samuel.

Pero María calla, dominada por el miedo. Teme que denunciarlo desencadene consecuencias imprevisibles. Mientras tanto, junto a Teresa y Vera, intenta comprender cómo encaja este robo en todo lo que está ocurriendo, y también qué le está sucediendo realmente a Ana, quien parece haber cambiado profundamente desde que cruzó al otro lado de la casa.

¿Lograrán desenmascarar a Samuel? ¿Volverá Ana a ser la misma? ¿Será Cruz consciente de la trampa en la que ha caído antes de que sea demasiado tarde?

No te pierdas los próximos capítulos de La Promesa, porque esta historia no ha hecho más que comenzar.