Título: Doña Leocadia y el Futuro de la Empresa – Una Oferta que Cambia el Rumbo

La mañana comienza en la residencia con un aire de tensión encubierta. Doña Leocadia, vestida con su habitual porte imponente, opta por no compartir el desayuno con los demás, justificando que ya ha tomado café en su habitación. Su tono es cortés pero distante. A pesar de las preguntas inquisitivas, deja claro que tiene prisa porque sus compañeros la esperan en el hangar. La puntualidad parece ser un punto importante para ella, aunque quien la interpela insinúe que un pequeño retraso no es mal visto, siempre que esté justificado. Leocadia, sin titubear, responde que como socia mayoritaria de la empresa, su tiempo y sus razones están más que justificadas.

Manuel, visiblemente incómodo, intenta mantener la compostura. Le recuerda a Leocadia que últimamente ha mostrado un interés casi excesivo por los asuntos del negocio, algo que ella no niega. Es más, lo confirma: el momento que atraviesan es crucial, y como figura con más poder dentro de la empresa, considera que tiene pleno derecho a involucrarse. Manuel, con cierto recelo, le pide que sea más clara respecto a qué temas quiere tratar. Leocadia no vacila: desea saber si han recibido la esperada llamada del señor Farré, quien debería comunicarles el plan de comercialización del nuevo prototipo que han estado desarrollando.

La respuesta de Manuel es desalentadora: todavía no han tenido noticias. Leocadia expresa una ligera preocupación, pero intenta convencerse de que no es necesariamente una mala señal. Sabe que Pedro Farré es un hombre ocupado, y supone que probablemente está esperando a tener todo perfectamente preparado antes de dar el siguiente paso. A pesar de ello, le molesta que no hayan recibido al menos una notificación previa.

El diálogo avanza con una mezcla de tensión profesional y personal. Manuel, aunque calmado, deja claro que a pesar del silencio por parte de Farré, ellos no están de brazos cruzados. Continuarán trabajando en el prototipo y buscando nuevas ideas. Su objetivo es estar preparados para cualquier requerimiento futuro, y eso implica innovación constante. Leocadia parece complacida con su actitud, alabando la inteligencia de su planteamiento. Pero luego da un giro brusco en la conversación.

Con un tono aparentemente casual, sugiere algo que deja a Manuel atónito: está dispuesta a prestarle el dinero que necesita para continuar con el desarrollo. La sorpresa de Manuel es palpable. Le recuerda que ella aún no ha recuperado su inversión inicial. Pero Leocadia no se inmuta. Su intención, ahora clara, va más allá de un simple gesto de apoyo financiero: le ofrece el dinero a cambio de su parte íntegra en la empresa.

La revelación lo cambia todo.

Lo que parecía una muestra de apoyo resulta ser una jugada estratégica. Doña Leocadia no quiere ayudar por altruismo, sino que busca hacerse con el control total del negocio. Su argumento es que es lo mejor para todos, que así evitarán estancarse y podrán seguir avanzando con los recursos adecuados. Su propuesta es directa, sin adornos ni sentimentalismos.

Este movimiento pone a Manuel en una encrucijada: aceptar el dinero significaría renunciar completamente a su parte del proyecto, pero negarse podría condenar el avance de todo lo que han construido hasta ahora. La propuesta de Leocadia no solo implica una decisión económica, sino un cuestionamiento profundo sobre el control, la propiedad, y el futuro de la empresa.

Mientras la conversación se diluye en una melodía que acompaña el cierre de escena, queda flotando la pregunta sobre cuál será la respuesta de Manuel. ¿Podrá resistirse a una oferta que resolvería sus problemas inmediatos, pero le costaría todo por lo que ha luchado? ¿O se verá obligado a ceder para mantener a flote el sueño colectivo?

Este capítulo deja claro que en el mundo de los negocios, incluso los gestos más nobles pueden esconder intenciones calculadas. Y que, cuando el poder y la necesidad se cruzan, las decisiones nunca son fáciles.