Spoiler: “Pero qué alegría tan grande las noticias que te he traído esta mañana en los avances semanales, sobre todo esa, la de la gran detención por fin de Lorenzo de la Mata…”

La semana en La Promesa viene cargada de emociones, intrigas y giros inesperados que, sin duda, nos mantendrán pegados a la pantalla. Lo primero, y quizá lo más impactante, es la noticia tan esperada: la captura definitiva de Lorenzo de la Mata. Un acontecimiento que marcará un antes y un después en el Palacio de los Luján, donde la calma rara vez es lo que aparenta. Todo parece indicar que, en estos próximos capítulos, las sonrisas serán máscaras, los gestos amables se transformarán en posibles armas y los romances podrían convertirse en el más peligroso de los juegos.

Entre tantas novedades, hay una historia en particular que, aunque en apariencia resulte inofensiva, podría esconder mucho más de lo que vemos. Se trata de la creciente cercanía entre Toño, el hijo de Simona, y Enora, la joven que trabaja en el hangar. A primera vista, podríamos pensar que se trata de un romance juvenil, tierno y sincero; sin embargo, la experiencia nos dice que en La Promesa nada es tan sencillo como parece. ¿Y si detrás de cada paseo, de cada conversación y de cada gesto romántico hubiera un plan cuidadosamente calculado?

Para entenderlo mejor, hay que repasar quién es Toño. Llegó a la finca como un joven con aspiraciones nobles, entusiasta de la aviación y con una personalidad que combina la curiosidad con cierta impulsividad. Su amistad con Manuel y su deseo de aprender le han dado un lugar en el hangar, donde trabaja con dedicación para dejar atrás un pasado difícil. Si bien su origen humilde —es hijo de la cocinera Simona— podría ser un obstáculo en un mundo de jerarquías marcadas, su carácter abierto y su disposición para esforzarse lo han hecho destacar. Desde su llegada, su trato con Enora ha sido diferente al que mantiene con los demás: una atracción evidente que no ha intentado ocultar.

Por su parte, Enora es un personaje que no pasa desapercibido. Su origen está lejos de la nobleza, pero su determinación la ha llevado a acercarse a un entorno que le fascina: la aviación. Antes de ser aceptada oficialmente en el hangar, tuvo que ingeniárselas para colarse de noche y observar en secreto el trabajo que allí se realizaba. Su oportunidad llegó cuando, en una fiesta en el palacio, confesó directamente a Manuel que era ella quien había estado espiando sus actividades. Lejos de perjudicarla, aquel gesto de franqueza le abrió una puerta que tanto había ansiado.

Enora es talentosa, creativa y ambiciosa, con un objetivo claro: aprender todo lo posible para abrirse camino en un mundo dominado por hombres en 1916. También es cautelosa, y esa prudencia ha marcado su trato con Toño. Nunca le ha dado un “sí” rotundo, pero tampoco ha cortado del todo sus intentos de acercamiento. Calcula cada paso, consciente de que en un lugar como La Promesa, el amor puede ser tanto un premio como una trampa.

En capítulos recientes, la tensión entre ambos se ha hecho más evidente. Uno de los momentos clave fue cuando Toño preparó un picnic para Enora. Un gesto aparentemente romántico que despertó comentarios y rumores en el palacio, donde todo lo íntimo parece tener siempre observadores. No es la primera vez que un picnic sirve de escenario para el inicio de un romance —o de algo más—, recordándonos las escapadas de Curro y Martina en los inicios de su relación.

También hemos visto a Enora recibir un trato especial, casi de dama, por parte de las cocineras cuando acudió a la cocina a pedir algo. Un detalle que, lejos de incomodarla, pareció halagarla. Las conversaciones entre ella y Toño se han vuelto más personales, cargadas de miradas prolongadas, roces de manos y tonos de voz suaves. Mientras tanto, Manuel observa desde la distancia, sin reaccionar abiertamente… al menos por ahora.

Y es que no podemos olvidar que Manuel sigue lidiando con el duelo por la muerte de su esposa, Jana. En la semana entrante, veremos una escena conmovedora en el cementerio junto a Curro y Ángela, donde Manuel se derrumba. Este dolor, aún tan presente, podría ser la razón por la que cualquier posible acercamiento con Enora haya quedado en suspenso. De ahí surge la gran pregunta: ¿es Toño solo un entretenimiento para Enora mientras espera el momento adecuado para acercarse a Manuel, a quien tal vez considere su verdadera pareja ideal?

Los antecedentes en La Promesa nos muestran que los vínculos sentimentales muchas veces tienen segundas intenciones. Jimena fingió un embarazo para atrapar a Manuel; Margarita obtuvo parte del palacio en una partida de póker; y Lorenzo utilizó sus encantos para manipular a su conveniencia. Siguiendo esa lógica, no sería descabellado pensar que Enora pudiera ver en Toño no solo a un joven atractivo, sino a un medio para acceder a otras oportunidades.

En este contexto, los guionistas parecen haber diseñado a Enora con características que la acercan peligrosamente al tipo de mujer que podría atraer a Manuel. Sin embargo, por respeto a su reciente viudez, cualquier romance directo con él habría resultado precipitado. De ahí que la trama pueda estar preparando un desarrollo más pausado: primero, una cercanía con Toño, y más adelante, un acercamiento definitivo a Manuel cuando este haya superado parte de su duelo.

Lo que está claro es que en La Promesa, el amor rara vez es puro y desinteresado. Siempre hay secretos, alianzas y traiciones esperando salir a la luz. La historia de Toño y Enora podría ser la de un romance verdadero o la de una traición calculada que marcará un nuevo capítulo en el palacio. Solo el tiempo nos dirá cuál es la verdad.

Por ahora, mientras Gustav —fiel a su audiencia incluso en vacaciones— nos trae cada detalle desde cualquier lugar donde pueda grabar, la tensión crece. Y nosotros, como espectadores, seguimos observando cada gesto y cada palabra, intentando descifrar si lo que se avecina será una bonita historia de amor… o una jugada maestra de manipulación.