Spoiler: Una propuesta escandalosa sacude los cimientos de La Promesa
La tranquilidad del día se ve interrumpida por una conversación cargada de tensión e incredulidad. Todo comienza cuando Lorenzo, con una frialdad pasmosa, lanza una proposición imposible de aceptar: casarse con la hija de su interlocutora. La mujer, desconcertada y ofendida, queda sin palabras al escuchar lo que considera una ofensa disfrazada de solución.
Lorenzo intenta disfrazar su propuesta de acto honorable, alegando que ahora está viudo, libre de compromisos, y que esa unión podría restaurar el “honor” de la joven tras su escándalo con el marqués. Pero lo que él ve como una salida práctica, para la madre de la muchacha no es más que una condena: una penitencia cruel que arruinaría la vida de su hija por un error que jamás debió pesar tanto.
A medida que el diálogo se intensifica, Lorenzo se muestra cada vez más provocador. Aunque reconoce que tiene edad suficiente para ser el padre de la joven, subraya que no lo es, y lo dice con un tono sugerente que raya en lo repulsivo. Se jacta de tener aún “sus encantos” y admite que le gustan las mujeres salvajes a las que hay que “domar”, una frase que causa una reacción inmediata de asco en su interlocutora. La mujer, indignada y dolida, le exige que pare, le acusa de provocar náuseas y lo despide sin miramientos.
Justo entonces entra un nuevo personaje, trayendo consigo una bocanada de aire fresco. Viene de visitar a su nieta Rafaela, quien finalmente está mejor. El alivio es palpable: tras días de preocupación extrema por su salud, la pequeña ha recuperado su sonrisa, aunque aún tiene restos de mocos y debilidad. Agradecen que la fiebre haya cedido y celebran que el peligro haya pasado. En medio de esa alegría, se comenta que los niños no saben fingir, y que una sonrisa en un bebé siempre es auténtica, algo que contrasta con los adultos, muchos de los cuales son expertos en el arte de la falsedad.
Sin embargo, la tensión vuelve a instalarse cuando el recién llegado nota un ambiente extraño. Pregunta si ha pasado algo, si estaban discutiendo, pero ambos lo niegan con rapidez. Dicen que solo hablaban de los negocios del capitán, negocios que, según la madre, absorben demasiado a su hija, quien además necesita concentrarse en sus estudios y preparar los exámenes.
El hombre, por su parte, intenta minimizar la situación, pero acaba dándole la razón. Hay un instante de aparente consenso, una tregua fugaz. Aun así, cuando se retira buscando el periódico, queda claro que la calma es solo superficial. La conversación anterior sigue pesando en el ambiente, y la ofensa de Lorenzo no será olvidada tan fácilmente.
Este episodio revela una vez más cómo las apariencias pueden engañar en La Promesa. Bajo la fachada de respeto y cortesía, se esconden propuestas inaceptables, intenciones manipuladoras y silencios que gritan verdades dolorosas. Pero también hay muestras de afecto genuino, como la preocupación por Rafaela, que recuerdan que no todo está perdido.
La madre, firme y valiente, se niega a entregar a su hija a una vida impuesta por la conveniencia o la vergüenza social. Y aunque los adversarios recurran a presiones, chantajes o supuestas soluciones “honrosas”, las mujeres de La Promesa están cada vez más decididas a defender su dignidad y su libertad.