El sol cae sobre los campos de La Promesa como testigo mudo de un día que lo cambia todo. Lo que comienza como una tarde más en el palacio se convierte en un auténtico campo de batalla emocional, donde la verdad, el honor y la memoria de los que ya no están se enfrentan a la mentira, la manipulación y el odio en su estado más puro. Curro, hasta ahora silente, decide al fin alzar la voz. Y su grito no solo sacude los cimientos de la casa Luján, sino que arrastra con él a la temida Leocadia… hasta su propia caída.
Todo estalla cuando Leocadia, consumida por la furia al ver cómo Ángela sigue rechazando su control, descarga su odio sobre Curro. Lo culpa por cada decisión que su hija ha tomado, por cada paso que la ha alejado del camino que ella le impuso. Pero esta vez, Curro no se doblega. El criado al que muchos creyeron insignificante, se erige como un hombre valiente, dispuesto a proteger a la mujer que ama y el legado de Eugenia, su madre de corazón.
En un tenso cara a cara en los jardines del palacio, Curro y Leocadia se enfrentan en un duelo verbal feroz. Ella intenta humillarlo, destrozarlo emocionalmente, lanzándole las peores amenazas: despedirlo, separarlo de Ángela… y destruir públicamente la memoria de Eugenia con una carta envenenada a la Casa Real. Pero, lejos de caer, Curro se mantiene firme. Su amor por Ángela es más fuerte que el veneno de Leocadia. No la dejará ganar. No esta vez.
Lo que Leocadia no sabe es que su actuación no ha pasado desapercibida. Alonso, testigo indirecto del dolor de Curro, se enfrenta finalmente a la verdad. Lo encuentra destrozado, sin palabras, caminando por los pasillos como un alma en pena. Y entonces, todo cobra sentido. El marqués interroga a Leocadia… y ella, fiel a su estilo, intenta manipularlo también a él con palabras melosas y una actuación digna de una reina. Pero Alonso ya no se deja engañar.
Las piezas encajan una tras otra. Sus sospechas se confirman. Leocadia no solo ha manipulado a su hija, sino que ha intentado arruinar la vida de Curro y deshonrar la memoria de Eugenia. Y es en ese instante de revelación que Alonso toma una decisión definitiva: declara a Curro como hijo legítimo de los Luján. Con ese gesto, le devuelve su dignidad, su nombre… y lo coloca bajo la protección de la familia.
Pero eso no es todo. La sentencia cae con fuerza sobre quien lo ha provocado todo: Leocadia. El marqués, en un acto de justicia que nadie esperaba tan pronto, la destierra del palacio. No hay lugar para su veneno, ni para su odio en La Promesa. La mujer que tantas veces manipuló a los demás, que creyó que nadie se atrevería a enfrentarla, es ahora la gran derrotada. Su salida no es solo física… es simbólica. Marca el fin de una era oscura y abre paso a una nueva etapa de verdad y redención.
Mientras tanto, alguien más observa desde las sombras. Una figura que ha presenciado el enfrentamiento final y que, por primera vez en mucho tiempo, permite que la esperanza le llene el corazón. Quizás todo no esté perdido. Quizás, con Leocadia fuera del camino, los sueños rotos puedan empezar a reconstruirse.
La Promesa arde bajo la luz de un atardecer púrpura. Pero esta vez no es el fuego de la destrucción… es el fuego de la justicia. Y es solo el principio. ¿Qué nuevos giros traerá el destino? ¿Qué secretos aún aguardan bajo los muros del palacio? El juego ha cambiado. Curro ha despertado. Y nadie volverá a silenciar su verdad.