El próximo capítulo de La Promesa será uno de los más tensos y reveladores hasta ahora. El pasado cobra fuerza, las máscaras caen y una verdad guardada entre terciopelos y piedras preciosas amenaza con derrumbar la fachada de respetabilidad de los altos mandos de la nobleza. Todo comienza con una creciente tensión entre Esmeralda y Curro, una desconfianza que se convierte en urgencia, hasta que ella no puede más y decide contarle la verdad que ha ocultado durante años.
Desde que Esmeralda llegó al palacio, Curro ha notado que su comportamiento al hablar de su antiguo trabajo en la joyería era esquivo, nervioso. Al fin, al ser acorralada por las preguntas del joven, Esmeralda le revela que la joyería para la que trabajó no era solo una tienda de lujo, sino una fachada para una red de distribución de un producto químico mortal: el mismo que acabó con Hann y tantas otras víctimas. En un momento de tensión extrema, Esmeralda le entrega una joya con un compartimento secreto —idéntica a una que ha visto colgando del cuello de Leocadia— y le ruega que la oculte. “Cuando llegue el momento, sabrás por qué te la di”, le susurra antes de desaparecer por los pasillos del palacio como una sombra.
Pero eso es solo el comienzo. Poco después, Esmeralda reaparece en el cuarto de Leocadia, exigiendo más dinero por su silencio. La criada ya no teme. Sabe que tiene en sus manos la pieza que puede derrumbar a toda la red de poder. Leocadia, enfurecida y desesperada, intenta intimidarla, pero Esmeralda, firme, le lanza una amenaza velada: si desaparece, alguien sabrá dónde buscar… y qué buscar.
Horas después, Curro encuentra en su habitación una carta extensa de Esmeralda, junto con varios documentos que detallan transferencias bancarias, registros de clientes con nombres falsos y pruebas que vinculan a Leocadia y Lisandro con la red de veneno escondido en joyas de alta gama. La confirmación de que su hermana fue asesinada con uno de esos productos lo hace estallar de dolor y rabia. Ya no puede quedarse callado.
Esa misma noche, durante una elegante cena en honor al Duque Lisandro, Curro irrumpe el evento y lo cambia todo. La música se apaga. El ambiente se congela. Con voz firme y el rostro bañado en determinación, Curro coloca la joya sobre la mesa principal, frente a toda la nobleza. “Esta joya lleva el mismo escudo que la que cuelga ahora mismo del cuello de la señora Leocadia”, declara. “Y dentro de ella se esconde una sustancia que ha matado a personas inocentes. Incluida mi hermana.”
Lisandro se levanta furioso, exigiendo respeto. Pero Curro lo enfrenta sin titubeos: lo acusa directamente de financiar una red de distribución clandestina que operaba desde la joyería. Los documentos que acompaña no dejan lugar a dudas: cuentas con depósitos de Lisandro, listas de pedidos con iniciales falsas, y firmas de Leocadia en los registros de entrega.
Leocadia intenta desviar la atención, tildando a Curro de bastardo vengativo, de un criado sin credibilidad. Pero el salón ya ha cambiado. Todos miran el collar que ella lleva con otros ojos. Alonso, atónito, toma los papeles en sus manos. La atmósfera se vuelve irrespirable.
Mientras tanto, Esmeralda se ha marchado en silencio del palacio, no sin antes dejar una última advertencia escrita a Curro: que si algo le sucede, esas pruebas deberán hacerse públicas. El joven, con lágrimas en los ojos, comprende que está solo… pero también que ahora tiene el poder de cambiarlo todo.
El capítulo termina con una amenaza flotando en el aire, un salón sumido en silencio y unas verdades que, una vez reveladas, no podrán ser ocultas jamás. La Promesa se transforma en un campo de batalla, y esta guerra no será con espadas, sino con verdades, traiciones y justicia largamente postergada.