Todo se desencadena cuando Curro, angustiado, entra en la cocina en plena noche buscando a Pía. El ambiente es sombrío, la casa duerme, pero en sus palabras hay urgencia: “Esmeralda no desapareció por voluntad propia”. Él y Pía comparten una terrible sospecha: la desaparición de Esmeralda está conectada con la misteriosa muerte del Dr. Teodoro, ambos involucrados en secretos de la joyería del palacio. Estaban a punto de revelar una red de joyas manipuladas con sustancias tóxicas, y ambos desaparecieron justo cuando estaban por hablar.

Mientras urden un plan para investigar más a fondo, Petra escucha todo desde las sombras. Sigilosa, corre a alertar a Leocadia, quien estalla en furia al descubrir que Curro y Pía planean salir al amanecer en busca de Esmeralda. “Están yendo demasiado lejos”, grita, y le ordena a Petra impedir la salida a toda costa: “Haz lo que sea, pero que no pongan un pie fuera del palacio.”

Esa misma noche, Leocadia acude a Alonso con una propuesta “inocente”: ocultar a Curro durante una cena importante con la nobleza de Monterrey, para proteger la reputación familiar. Alonso, dividido entre el deber y el afecto por su hijo, acepta con pesar. Sin embargo, nada saldrá como esperaban.

Llega la noche de la cena. Todo está dispuesto con lujo y silencio contenido. Leocadia brilla con su elegancia habitual, Lisandro finge neutralidad y Alonso parece ausente, arrepentido de su decisión de apartar a Curro. De pronto, las puertas del salón se abren bruscamente… y aparece Esmeralda.

Su entrada es un terremoto emocional. Vestida con sencillez pero con dignidad, cruza el salón como un espectro del pasado y lanza su bomba: “Lisandro es un bandido. No firmes nada, Alonso.”

El silencio se rompe. Leocadia palidece. Alonso, confundido, pregunta quién es esa mujer. Esmeralda revela su identidad y empieza a desenmascarar todo: la joyería usada para envenenar lentamente a objetivos específicos, las desapariciones encubiertas, y lo peor… la implicación directa de Leocadia y el duque de Carril.

Lisandro intenta frenarla, Leocadia la desacredita con sarcasmo, pero entonces Esmeralda saca un sobre con pruebas irrefutables: cartas, registros de pagos, nombres, incluso una nota del joyero Simón que desapareció tras confiarle toda la información. Alonso tiembla. Pía, en un acto de valentía, se pone de pie y respalda todo lo que Esmeralda dice: “Coincide con lo que Curro y yo descubrimos.”

La tensión explota. Petra retrocede asustada, Leocadia insulta a Pía, y Lisandro guarda un silencio sepulcral. Pero es el jefe de la familia Monterrey quien remata: “Nada me interesa más que ver la honestidad de esta casa.”

Alonso pide ver las pruebas. Esmeralda le entrega el sobre mientras Leocadia intenta detenerla, suplicando que no arruine la velada. Pero es tarde. Las máscaras comienzan a caer una por una. La verdad se instala en la mesa como un nuevo invitado, y Leocadia, por primera vez, siente el poder resbalarse de entre los dedos.

La escena cierra con Alonso en silencio, leyendo los documentos con el rostro desencajado, Pía y Esmeralda observando con nerviosismo y Lisandro sin atreverse a pronunciar palabra. El futuro de los villanos de La Promesa pende de un hilo… y todo está por explotar.

¿Será este el inicio del fin para Leocadia y Lisandro? ¿Logrará Alonso abrir los ojos por fin?
Déjanos en los comentarios lo que piensas y no te pierdas el próximo episodio… porque lo peor —y lo mejor— está aún por revelarse.