En la mañana templada del lunes 28 de abril, La Promesa amanece con una calma engañosa. Lo que parece un día más en la rutina de la hacienda pronto se convierte en un torbellino de emociones, secretos al descubierto y decisiones que sacuden los cimientos de cada rincón del palacio.

La inquietud se apodera de Jacobo desde temprano. La partida repentina y solitaria de Martina ha dejado un vacío, no solo en la casa, sino también en su corazón. El joven no logra comprender qué la llevó a tomar una decisión tan drástica, desafiando abiertamente a su familia, rompiendo reglas tácitas y poniendo en riesgo su posición. Jacobo la ama, y ese amor lo impulsa a confrontarla, a pedirle explicaciones, a intentar protegerla… pero Martina, imperturbable, le pide que confíe. Asegura que sus actos, aunque ahora parezcan impulsivos, tienen un propósito mayor. Que cuando todo se revele, quienes hoy la juzgan entenderán que no fue un acto de rebeldía, sino de justicia.

Pero el tiempo no da tregua, y mientras Jacobo lucha con sus emociones, Alonso hace un hallazgo perturbador: descubre finalmente el motivo oculto detrás del viaje de Martina. Una mezcla de decepción, furia y preocupación se apodera del marqués. No tarda en enfrentar a su sobrina. La escena entre ambos es tan intensa como dolorosa. Martina, con la mirada altiva, se mantiene firme en su postura. Alonso, desbordado, le exige explicaciones que ella entrega con firmeza pero sin súplica. Es una mujer decidida, que ya no está dispuesta a vivir bajo la sombra de los secretos familiares. El enfrentamiento no solo deja heridas, también genera grietas que pueden volverse irreparables.

En paralelo, el ambiente en La Promesa se vuelve más denso. Pía y Curro siguen adentrándose en los laberintos del pasado de Lorenzo. Ambos están convencidos de que el capitán guarda secretos relacionados con la muerte de Dolores, y deciden dividirse para no levantar sospechas. Pía, con su habitual inteligencia emocional, empieza a interrogar con sutileza a Rómulo, buscando pistas sobre el rol de Lorenzo en los días más oscuros de la hacienda. Mientras tanto, Curro se apoya en Ángela, con la esperanza de que su madre, Leocadia, haya dejado caer alguna pista que pueda desenterrar una verdad escondida por años.

Y es que Lorenzo, aunque en apariencia tranquilo, comienza a notar cómo la red se estrecha a su alrededor. Su intuición le advierte que Ayala, el divertido e inesperado nuevo huésped de La Promesa, podría estar jugando con cartas que aún no revela. Las atenciones de Ayala hacia Martina y Ángela, lejos de ser solo sociales, despiertan viejos temores en Lorenzo, que sabe que el juego de poder en esta casa se libra con sonrisas, pero se gana con astucia.

Mientras tanto, Samuel protagoniza una inesperada trama paralela. Fascinado por la rigidez de Petra, comienza a ver en ella destellos de una mujer sensible, herida por un pasado que aún no se atreve a contar. Aunque intenta acercarse con ternura, Petra levanta sus muros con la misma eficiencia con la que ordena cada rincón del palacio. Samuel, sin embargo, no se rinde. Cree que bajo esa dureza hay un corazón que aún puede confiar.

Lejos de los grandes dramas, Simona y Toño protagonizan su propia tormenta emocional. La constante desconfianza de Simona hacia su hijo genera un nuevo enfrentamiento. Él, cansado de no ser tomado en serio, estalla. Le reprocha no solo su falta de fe, sino también su constante intervención en su vida profesional. Simona, que solo quiere protegerlo, se da cuenta de que quizá sus miedos están saboteando la relación con su hijo. Pero ya es tarde para corregir el rumbo, al menos por hoy. 

En medio de todo esto, Catalina y Adriano se preparan para su boda. La felicidad los envuelve, sobre todo tras haber recibido el bendecido consentimiento de Alonso. Sin embargo, no todo es alegría. Manuel, siempre atento a los peligros ocultos, lanza una advertencia en voz baja al marqués. Hay algo que no cuadra, algo que lo inquieta. Y esa inquietud empieza a sembrar dudas en la mente de Alonso, que ya bastante tiene con el conflicto con Martina.

Y en el fondo, entre los pasillos de mármol y las estancias cargadas de historia, una nueva tensión comienza a gestarse: Leocadia observa con atención a Ángela, su hija, y nota algo nuevo en su mirada. Una curiosidad creciente por Ayala, un hombre que podría traer tanto risas como peligro.

La Promesa se convierte, una vez más, en el escenario de secretos revelados, amores que se tambalean, alianzas inesperadas y heridas que no terminan de sanar. Cada personaje se ve obligado a tomar partido, a decidir si confiar, resistir o escapar. Y mientras el sol se pone en los campos de la hacienda, todos saben que mañana nada será igual.

Porque en La Promesa, cada día es una batalla, y cada verdad, una bomba a punto de estallar.