Samuel regresa herido y revela la traición que amenaza con destruir La Promesa
La Promesa se ve sacudida por un episodio que marca un antes y un después. El regreso de Samuel, maltrecho y al borde del colapso, abre las compuertas de una verdad tan peligrosa como inesperada. Lo que parecía una jornada sofocante en la finca andaluza se transforma en un torbellino de revelaciones: traiciones, alianzas ocultas y viejas deudas que amenazan con arrasar el linaje Luján.
La tensión, que llevaba días espesando el aire de la finca, alcanza un punto crítico con la presencia del coronel Fuentes. Ángela, al verlo entrar de la mano de Curro, revive un pasado que creía enterrado. Su desconfianza hacia el militar no es simple antipatía: es la certeza de que su presencia trae desgracia. Mientras ella se encierra en su despacho, Manuel enfrenta a Leocadia por ocultarle la llamada de Pedro Farré. La respuesta de la mujer, envuelta en palabras suaves y condescendientes, confirma lo que él ya intuía: no es una aliada, sino una enemiga con intereses propios.
En la zona del servicio, Vera se muestra cada vez más ausente y nerviosa, evitando explicar la raíz de su angustia. María, preocupada, intenta seguir adelante hasta que un golpe de realidad la paraliza: Samuel aparece tambaleándose, con la ropa destrozada y el cuerpo cubierto de heridas. Apenas alcanza a advertirle sobre un peligro inminente antes de perder el conocimiento. Entre Lope, Teresa y la propia María lo esconden y curan, mientras intentan descifrar el alcance de sus palabras.
Cuando Samuel despierta, la advertencia se vuelve clara: el coronel Fuentes no está de visita, sino que lidera un plan para destruir a los Luján, con Leocadia como su cómplice. Sus métodos incluyen chantajes, deudas y secuestros, y la familia de Vera también ha sido víctima. El peligro ya no es abstracto: vive bajo el mismo techo que ellos.
Con la urgencia ardiendo en las venas, María y Curro deciden informar a Manuel. Este, tras escucharles, confirma que las piezas encajan con sus propias sospechas. Llevan el asunto a Alonso y Cruz, quienes, tras asimilar la magnitud de la traición, acuerdan actuar con inteligencia. La clave será Lorenzo, víctima de un largo chantaje militar. Confrontado, confiesa su implicación forzada y el plan final de Fuentes: usar la información de Leocadia para estrangular económicamente la finca y forzar su venta.
El contraataque se diseña con precisión. Esa misma noche, durante la cena, Alonso y Manuel levantan sus copas para un brindis por “la verdad”. Entre frases veladas y miradas directas, exponen los pecados de Fuentes y Leocadia. El golpe final llega con la entrada de Samuel, apoyado en Curro y acompañado por María, Vera, Teresa y Lope, testigos vivos de la trama. La acusación pública deja sin defensa a los conspiradores. Alonso les da un ultimátum: desaparecer antes del amanecer o enfrentarse a la ruina total.
Derrotados, Fuentes y Leocadia abandonan la finca bajo la mirada de todos. Lo que sigue es una liberación colectiva: María y Samuel se funden en un abrazo sin miedo, Alonso promete saldar las deudas de Vera, Ángela y Curro sellan una reconciliación emotiva, y Catalina y Pelayo reafirman su unión. Martina, aliviada, ve despejado su futuro, y Manuel, sereno, reconoce que la unidad de todos ha salvado a La Promesa.
El peligro se ha ido, pero las lecciones quedan claras: en la finca, el amor y la lealtad pueden resistir incluso a las conspiraciones más oscuras. Sin embargo, la pregunta flota en el aire: después de una traición tan profunda, ¿quién volverá a atreverse a poner a prueba la fortaleza de La Promesa?