El ambiente en La Promesa se vuelve cada vez más oscuro, y una sombra de sospecha se cierne sobre dos figuras clave: el Capitán Lorenzo de la Mata y el misterioso Rufino de la Merced. ¿Podrían estar ellos detrás del envenenamiento de Jana Expósito? Las piezas empiezan a encajar de forma escalofriante, y esta semana promete poner los pelos de punta a los seguidores de la serie.
Todo comienza con una escena que deja sin aliento. Jana, con una valentía inusitada, se enfrenta al mismísimo Lorenzo. Vestida con dignidad y la verdad por delante, no duda en llamarlo cobarde, farsante, y abusador. Le recuerda que ni los trajes caros ni su supuesta posición lo libran de su propia mediocridad. En ese momento, la tensión alcanza su punto máximo. Pero tras ese cara a cara, algo queda claro: Lorenzo nunca ha soportado a Jana, y ahora que ya no está, la pregunta resuena como un eco inquietante… ¿Fue él quien ordenó su muerte?
Pero la clave del misterio podría estar en otra figura: Rufino de la Merced, un experto en venenos que, curiosamente, aparece en escena en el momento justo. Rufino no es un desconocido para algunos habitantes de Luján, y su presencia coincide sospechosamente con el descubrimiento de que Jana no murió por el disparo como todos pensaban. Curro y Pía, decididos a llegar al fondo del asunto, desentierran el cadáver de Jana en una escena estremecedora. El resultado: piel azulada, lengua y uñas de un tono fantasmal… signos evidentes de envenenamiento por cianuro.
Pía, astuta como siempre, acude a Rufino fingiendo ser empleada de una notaría para consultarle un caso “hipotético” sobre un cliente muerto en circunstancias sospechosas. Rufino, intrigado pero escéptico, confirma que los síntomas que describe son propios de un envenenamiento con cianuro. Y aunque intenta disimular, algo le hace sospechar que detrás de aquella historia hay más de lo que Pía le está contando.
Mientras tanto, los engranajes del destino siguen girando en La Promesa. El Capitán Lorenzo, lejos de mostrarse afectado por lo sucedido, decide organizar una fastuosa fiesta de cumpleaños. Un gesto tan fuera de lugar como él mismo, que vive ajeno al luto, a la tristeza y a la miseria que lo rodea. Su actitud resulta ofensiva no solo por el momento, sino porque insiste en derrochar sin aportar un solo céntimo a una casa que se tambalea tras la caída de la marquesa y la tragedia de Jana.
Pero aquí entra en juego Curro, que no está dispuesto a dejar que la verdad quede enterrada con Jana. En una jugada maestra, intercepta una carta dirigida al Capitán Lorenzo. Lo que descubre es un giro clave en la historia: la carta proviene de Rufino. Y si Rufino le escribe al Capitán, ¿qué clase de relación los une? ¿Correspondencia casual? ¿O una alianza mortal?
Pía y Curro abren la carta con manos temblorosas. Todavía no sabemos con certeza lo que contiene, pero el hecho de que exista ya nos abre la puerta a nuevas teorías. ¿Le está Rufino informando de que alguien indaga en el caso? ¿O simplemente es una advertencia encubierta para que desaparezcan pruebas?
Los indicios comienzan a ser demasiado evidentes para ignorarlos. Lorenzo siempre despreció a Jana, desde su época como doncella hasta su rol como esposa de Manuel. Fue uno de los que más se opusieron a que ascendiera de clase, viéndola como una amenaza a su concepto elitista de lo que significa “pertenecer”. Y si bien el disparo pudo haber sido un intento fallido de silenciarla, el envenenamiento parece haber sido el golpe definitivo. Calculado. Frío. Mortal.
¿Fue Lorenzo quien encargó a Rufino ese cianuro letal? ¿Lo hizo por orgullo herido? ¿Por miedo a que Jana lo desenmascarara? ¿O simplemente porque su existencia le recordaba todo lo que él nunca fue capaz de ser?
Lo cierto es que esta semana promete una lluvia de revelaciones. Rufino, lejos de ser un simple perito forense, podría convertirse en el testigo clave que desentrañe el crimen. Curro y Pía se consolidan como los investigadores de esta novela negra, empeñados en seguir cada rastro, cada mirada, cada palabra escondida entre líneas.
Y mientras tanto, la casa de La Promesa parece estar a punto de estallar. Los secretos flotan en el aire como un perfume venenoso. El pasado reclama justicia. Y aunque Lorenzo siga montando fiestas, ya no hay celebración que pueda opacar el olor a traición que impregna los muros.
¿Será esta la semana en la que se descubra que Lorenzo y Rufino son, en efecto, los responsables de la muerte de Jana? ¿Habrá más cómplices en la sombra? ¿Y qué papel jugará Manuel, el viudo doliente, cuando se entere de que su propio tío podría estar detrás del crimen?