La promesa avances. ¡Atención!
Imagina un palacio donde el poder se teje en susurros y con un simple rumor tras una puerta cerrada se pueden sacudir los cimientos de todo. Con la llegada del nuevo mayordomo Cristóbal, nada volverá a ser lo mismo en La Promesa.
López, el cocinero veterano de la finca, se ve degradado, humillado y llevado hasta el límite por su nuevo superior. Sin embargo, cuando el palacio duerme, él recorre los pasillos consumido por un deseo silencioso de venganza. Todo cambia el día que descubre el secreto que Cristóbal intenta ocultar detrás de su impecable fachada.
Pero aún no has visto lo mejor. Lo que se viene superará cualquier trama conocida. Mantente con nosotros.
Días después, López aparenta indiferencia, pero su mirada y cada gesto están alerta. Sigue a Cristóbal a todas partes, registrando sus acciones, su actitud, sus salidas nocturnas: ve a un hombre que empieza a comportarse de forma sospechosa, girándose y retrocediendo como si tuviera miedo de ser observado.
López, ya consumido por su sed de justicia, intensifica su vigilancia. Cada orden arrogante de Cristóbal, cada desprecio público hacia él, alimenta su indignación. Día tras día, Chaparro deja de ser un cocinero humillado y se convierte en un cazador implacable dispuesto a desenmascarar al hombre que le quitó todo.
Finalmente descubre lo que Cristóbal ha estado ocultando y ese descubrimiento se convierte en una arma con el poder de cambiarlo todo: restaurar su dignidad y poner en jaque al mayordomo.
Una noche sofocante, cuando el calor impide respirar entre las paredes del palacio, López detecta algo fuera de lugar. En la cocina reina el caos de las cenas, pero desde su escondite observa a Cristóbal husmeando por los pasillos que dan a las estancias principales.
Impulsado por un instinto irreprimible, se oculta tras un tapiz pesado y observa cómo Cristóbal se detiene junto a la puerta de los aposentos de Liocadia, comprueba que nadie lo ve y entra. López, con el corazón latiendo a mil por hora, acerca la oreja a la madera. Al principio solo escucha murmullos, luego una risa contenida… y finalmente, el sonido claro e inconfundible de un beso tras otro. Es el escándalo en su máxima expresión: el mayordomo con la invitada del marqués.
En ese instante, se transforman sus humillaciones en convicción: aquella revelación será su boleto de regreso. “Esto me devolverá mi cocina”, se repite en voz baja, mientras asienta con determinación. Espera a que todo termine y se retira sigilosamente con la verdad como su agente más letal.
Al día siguiente, durante el crepúsculo en la finca, se viste con el uniforme de lacayo, pero lo lleva erguido, como si aún portara su viejo delantal de cocinero. Camina directo hacia el despacho de Cristóbal, decidido a recuperar lo que le arrebataron. Sin llamar, apenas toca la puerta para anunciar su entrada.
Cristóbal, sorprendido, levanta la mirada desde sus papeles, desconcertado por la aparición inesperada de López. Este cierra la puerta a sus espaldas y proclama con voz firme: “Tenemos que hablar seriamente”. El mayordomo ataca: “¿Hablar de tu ineptitud?” López responde con calma y una leve sonrisa: “No, sino de lo que hace cuando cree que nadie lo ve”. El silencio se vuelve tenso, y Cristóbal, cada vez más nervioso, se enfrenta a una verdad
López revela que sabe dónde Cristóbal pasa su tiempo y con quién: Liocadia. Lo acusa directamente. La sombra de la vergüenza se extiende: si el marqués se entera, será el fin de su mandato. Cristóbal, acorralado, pregunta qué quiere. López no vacila: exige su cocina de vuelta. “Déjame volver a lo que sé hacer o mañana toda la finca sabrá la verdad”. El mayordomo se paraliza. El poder, por primera vez, se le escapa de las manos.
López, implacable, cruza los brazos y fija la mirada en Cristóbal: “La cocina es mi hogar. Si quiere conservar su secreto, deberá devolvérmela”. El silencio se prolonga. Cristóbal baja la pluma lentamente, tamborilea sobre la mesa y finalmente cede: “Está bien, López. Tendrás tu puesto de nuevo”. Con media sonrisa de revancha y restaurada dignidad, López avanza por el despacho con la mirada ardiendo, listo para recuperar lo que por derecho le pertenece.
En ese momento, exige también un aumento salarial del 20 %, sabiendo lo que significa ese secreto para Cristóbal. El mayordomo, sin palabras, acepta. “Está hecho. Mañana vuelves a la cocina con tu aumento”. López inclina ligeramente la cabeza, satisfecho. “Pensaba que usted era intocable. Pero ahora sé que los gigantes no son de piedra, algunos son de cristal”, le dice. Cristóbal permanece inmóvil, sintiendo cómo su autoridad se desmorona.
A la mañana siguiente, López regresa a la cocina con la dignidad recuperada. Al ponerse el delantal blanco, el personal respira aliviado: el antiguo cocinero ha vuelto. Pero él ya no es el mismo: fue testigo del engaño tras las apariencias, y sabe que ningún poder, por grande que parezca, sobrevive al peso de un secreto destronado.
Aun así, López no se conforma. En días posteriores, decide mantener sus ojos abiertos. Una noche, vuelve a avistar a Cristóbal atravesando los pasillos hacia Liocadia, igual que antes. Pero esta vez, no se queda atrás: aborda la verdad como arma y decide actuar.
Entonces se presenta en el estudio del marqués Alonso, serio y decidido. “Marqués, debo decirle algo importante”, lo alerta. El marqués, sorprendido, lo observa expectante. “Se trata de Cristóbal y Liocadia”, le dice López con firmeza. El silencio se impone como un peso. Alonso endurece el gesto y exige que lo lleven inmediatamente.
Fue entonces cuando recorre los pasillos, con pasos que retumban como un presagio, hasta la puerta de Liocadia. Sin llamar, irrumpe de golpe. Lo que ve confirma todo: Cristóbal y Liocadia están demasiado cerca para argumentar inocencia. Liocadia palidece, Cristóbal se retira sorprendido, pero no hay lugar para excusas. El marqués ordena: “Se irán del palacio ahora mismo”. Traición, poder y honor chocan en una escena que estalla sin titubeos.
Cristóbal, despojado de su cargo. Liocadia, expulsada. El impacto se sentirá en cada rincón del palacio. López, por su parte, ha recuperado más que un sitio en la cocina: sufrió humillación y dolor, pero ahora reclama su dignidad y justicia. Ha demostrado que incluso el poder más sólido puede quebrarse cuando se expone la verdad.
Así continúa La Promesa: intriga, traición, venganza y redención tejiéndose en un palacio donde el silencio oculta tempestades. Y tú, ¿qué secreto crees que revelará López en los siguientes capítulos? Mantente atento.